En la mitología griega, sabido era que el hipnótico canto de las sirenas atrapaba a los marinos. La sirena Irene (aquella que trae la paz) es una de ellas, seduce a aquellos que navegan en el mar de los libros.
Con el ritmo y la dulzura de su voz, acaricia las palabras. Poniendo énfasis en donde la frase lo merece, domina esos mares. Exhibe sus perlas con elegancia, la opulencia del idioma, la riqueza del conocimiento.
Ulises, de regreso a Ítaca, advertido por Circe, permaneció atado al mástil de su embarcación, evitó así ser atrapado por los cantos de las sirenas. Salvó a su tripulación, tapando sus oídos con cera.
En la altamar de la literatura, navego a la deriva, desatado de prejuicios, sin la prevención de la cera de la indiferencia. Entre oleadas de frases, empujado por corrientes submarinas de conceptos, las letras flotan desnudas, junto conmigo.
En las noches estrelladas, Inanna, la diosa lunar, dicta mi diario de navegación. Mi travesía lectora es acompañada por Enheduanna, que susurra frases a mi oído.
Convaleciente de las heridas de la letra que, como la lepra, para algunos resulta repulsiva, escucho en la soledad de mis lecturas un canto de sirena, que me ha seducido.
Irene: atraído a tu isla y una vez a salvo, me has dado techo en tu refugio de tierra firme, emplazado en la biblioteca del ensayo.
Tus narraciones, la melodía de tu voz encantadora, impiden que me sienta abatido por la enormidad del océano de agua que nos separa y el de letras que nos une.
En cuanto a ser prisionero de tu isla, nutrido con sopas de letras, viviré a buen resguardo. Contento y oteando horizontes.
En mil y una noches encantadas, tú, como Sherezade, evitarás que yo muera a manos de mi olvido. Tus libros y todos los libros, no serán lápidas en los estantes de mi librero.
Navegaremos el infinito, en un junco.
En papel y en las pantallas, he leído tus libros y escuchado tus charlas. Convencido, decidí enlistar en las legiones de tus entusiastas admiradores.
A manera de agradecimiento, sin papiros, pergaminos, papel y sin “rollos”, te envío estas letras electrónicas, que, aunque no son lo tangibles que desearía, sí que contienen mi admiración y respeto.
Sus textos ya salen de lo común querido escritor, y es que cómo no; dicen que para saber escribir hay que leer, cosa que usted hace sin parar. Hoy ha tomado como inspiración a una gran escritora, La Sirena Irene. Felicidades.
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Eres muy generosa en tus comentarios.
Muchas gracias, querida compañera , campeona indiscutible en el número de lecturas
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